Después de 90 días de cuarentena y casi el mismo número de clases 100% virtuales, me entusiasma mucho el poder seguir aprendiendo.
Instalado en la seguridad que me daban los años de conocimiento a partir de la experiencia, lecturas, conversaciones y algo de investigación, consideraba escribir artículos, un libro más, y dedicarme a fondo a la investigación y la capacitación docente. El dar clases era un ejercicio saludable y fuente de alegría: un territorio cotidiano, seguro y amable.
¡Y todo cambió cuando acabábamos de cerrar el ciclo de verano! Muchos «re» (re-planteamiento, re-visión, re-dirección) después, me alegro de volver a ser aprendiz. ¿Está siendo un lecho de rosas este camino? Ciertamente, no: estrés, incertidumbre y mucha carga de trabajo. ¿No era así cuando empecé? Reitero: me alegro de volver a empezar.